El sábado me levanté temprano. Bien temprano para alcanzar la buena hora del mercado de antigüedades que sagradamente se pone cada sábado en la ciudad donde vivo: Sint-Truiden (Bélgica) El mercado es polifónico, repleto de objetos curiosos, computadores que yo creo ya no encuentran ni un tornillo de repuesto, muebles, ropa y lo que se te ocurra. Huele a comida y, por que no decirlo, a muerto, ya que este mercado en realidad se pone sobre el matadero de la ciudad. Así como lo leen. Más allá de la anécdota, la tradición de las antigüedades en un país como Bélgica es impresionante y se remonta generaciones. Venir hoy a un mercado como éste es el equivalente a un paseo en el “Mall” en otras partes del mundo: llegas, vitrineas los puestos, comes algo ( las llamadas “Frieten”, papas fritas, son un clásico), o te tomas una cervecita, una “Pintje”. En el país de las cervezas, el chocolates y las papas fritas, está claro lo que dicta la carta.
Personalmente, yo disfruto mucho de, primero, la regularidad del mercado: ES SAGRADO, cada sábado se pone, llueva a cántaros o el sol achicharre ( casi nunca pasa, pero por si acaso); y, segundo, los tesoros que encuentras.
Así que ya lo saben, si se encuentran por acá y tienen ganas de llevarse un regalo con historia y palpar el sabor local de esta parte del mundo, vengan a recorrerlo. Eso sí, dispuestos a regatear y a ejercitar sus idiomas ya que se mezclan indistintamente los comerciantes flamencos con los walones. Quienes hablan neerlandés y francés respectivamente…
¿Cuándo? Cada sábado del año (excepto si cae 1 de enero)
¿A qué hora? De 6 am a 12 pm
¿Dónde? En el Veemark de la ciudad de Sint-Truiden (Limburgo, Bélgica)
LS
Lila Sublime 